martes, 1 de marzo de 2011

Entrevista al científico Hongkung Park de la Universidad de Harvard

(fuente: ElPais.com (Malen Ruiz De Elvira))

Hongkung Park es un científico muy dinámico, le cuesta estarse quieto, y además tiene que coger un avión, así que opta por un almuerzo temprano y ligero para no tener que correr luego más de lo necesario. Aunque saluda con la reverencia típica de su país, le gusta la comida española y lo primero que prueba es el apetitoso jamón serrano, que acompaña con un zumo y un café.
 Estuvo en España varias veces, las últimas como jurado de los premios Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA, y dice que, de Europa, prefiere España e Italia. Él es el típico cerebro emigrado. De su país, Corea del Sur, donde nació en 1967, se trasladó en 1991 a Estados Unidos para hacer el doctorado en Ciencias Químicas y ahora es dos veces catedrático, de Física y de Química, nada menos que en la Universidad de Harvard. ¿Por qué se quedó en Estados Unidos? "Tuve el honor de que me llamaran de varias instituciones y no pude decir que no", dice en inglés, sonriendo.
En su país fue muy buen estudiante y, en 1989, le tocó hacer el servicio militar en la frontera con la otra Corea. ¿Le disgustó este parón de dos años en su carrera? "Al principio lo odiaba, como casi todos, pero luego me vino muy bien, porque yo era un ratón de biblioteca y allí conocí a gente muy distinta".
Sonríe mucho y, entre picoteo y picoteo, demuestra que hay pocas cosas que no le interesen. Reconoce que le gustan los aparatos electrónicos más modernos y que domina los programas informáticos. Tras pasar su
teléfono móvil por la tarjeta de visita de la periodista, dice: "Su diario se llama The Country, ¿verdad?". Es lo que le dice el traductor automático que lleva en el aparato.
Su laboratorio está en las fronteras de la física y de la biología. "En física estudiamos la ciencia básica necesaria para hacer circuitos totalmente ópticos", explica. Ahora los circuitos son electrónicos, y luego la información se transforma en luz (fotones) para transmitirla por fibras ópticas y al final vuelven a ser los electrones los que se mueven. Un problema poco conocido es que "cuanto más pequeños sean los chips más energía consumirán", así que en la carrera por la miniaturización desaparecerían muchos problemas si todo fuera óptico, explica.
Lo que le hizo entrar en la biología, hace cinco años, fueron las posibles aplicaciones biomédicas de sus chips implantables y de sus nanosensores, que interactúan con células vivas sin perturbarlas y permiten atisbar sus complejos circuitos internos. "Estudiamos las células de pacientes con leucemia para descubrir las diferencias entre ellas, que se traducen en que unos sobrevivan más que otros", indica como ejemplo. Pero lo que le interesa sobre todo son las neuronas, conocer cómo se puede hacer un cerebro a partir de tantas pequeñas células. Para ello no dudó en tomarse un año sabático y formarse en neurología.
Con la despedida y un segundo café surge otro interés de Park, la ciencia que está en la base de la cocina. El curso académico que viene quiere ser profesor del famoso curso Ciencia y cocina de Harvard, que se originó en colaboración con Ferran Adrià y cuenta con la colaboración de afamados chefs españoles.

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